LA DISCAPACIDAD

22.05.2011 10:38

 LA DISCAPACIDAD.

 La aparición de una discapacidad produce un impacto inicial cuya magnitud depende del tipo y grado de disfunción, de la brusquedad con que aparece y de su evolución y pronóstico. Algunas personas se adaptan relativamente pronto a su nueva situación, pero otras reniegan de ella durante años. ¿Qué factores determinan que ese proceso sea rápido y eficaz o lento y traumático?

 

La inicial resistencia al cambio puede afectar al reconocimiento de la propia evidencia de la discapacidad. Se le resta importancia negándola o actuando como si no ocurriese nada. De este modo, se repiten conductas y estrategias ineficaces, o se introducen tan sólo pequeños cambios superficiales.

 

Las reacciones iniciales de ansiedad, culpa, agresividad o depresión, puede dar paso a respuestas más adaptativas. Sin embargo, también pueden agravarse, enquistarse y perdurar en el tiempo. Se dan comportamientos tan dispares que pueden ir desde no pedir ayuda, hasta exigir o manipular la interacción con los demás; o en el caso del cónyuge y la familia, del rechazo o la indiferencia a la sobreprotección.

 

La vida puede cambiar radicalmente. Se abandonan actividades y proyectos para dedicarle mucho tiempo y energía a la discapacidad. Tras la desorientación y la inestabilidad inicial se replantean el trabajo, el ocio, el futuro e incluso las amistades.

 

En el proceso de ajuste es fundamental el respaldo de las redes de apoyo social gubernamental y no gubernamental, pero la propia actitud de la persona y de su familia es fundamental. Los sistemas familiares más flexibles se adaptan con más facilidad. Abordan pronto la nueva situación, recabando información precisa sobre el diagnóstico y pronóstico y sobre las posibilidades y recursos disponibles. Esto disminuye su incertidumbre y angustia.

 

La rehabilitación posterior, en su caso, permite incrementar la autonomía y optimizar el aprovechamiento de las capacidades. Se reduce así el binomio dependencia/protección, evitando muchos sacrificios innecesarios en el seno de la familia.

 

Los conflictos interpersonales también se pueden prevenir a través de una comunicación abierta y positiva, facilitando el entendimiento y cierto desahogo emocional. La discapacidad intensifica las emociones a la vez que constriñe su expresión. Se intentan ocultar sentimientos de miedo, desesperación, rabia y frustración, pero a veces se desbordan y estallan, ocupando la mayor parte del diálogo.

 

Las propuestas concretas de mejora pueden sustituir a las quejas genéricas sobre la discapacidad. En el caso de la limitación visual, repetir una y otra vez “¡no veo!” probablemente no beneficia ni a quien lo dice ni a quienes lo escuchan.

 

La vida no debe centrarse únicamente en la discapacidad. El desarrollo personal integral aborda otras áreas. Es preciso mantener o restablecer el contacto social, evitando el aislamiento y posibilitando la integración. Se puede iniciar nuevas actividades o retomar las que quedaron temporalmente olvidadas. En muchos casos, su número y frecuencia se reducen arbitrariamente más bien por barreras mentales que físicas o sensoriales.

 

El fortalecimiento de la autoestima permite recuperar progresivamente el sentimiento de valía, utilidad y competencia. La lástima y la autocompasión deben ser reemplazadas pronto por la admiración y el reconocimiento social. La felicidad propia y la de las personas del entorno inmediato pasan al primer plano.

 

Con una combinación de actitud positiva, motivación y perseverancia, se aprende a convivir con la discapacidad y a afrontarla eficazmente. La resignación, con su componente negativo de abnegado sufrimiento, da paso a una aceptación más positiva, con un claro trasfondo de lucha y mejora.

 

Las dificultades nos ayudan de algún modo a crecer y a ser mejores. Decía Confucio que “sin fricción no se puede pulir una piedra preciosa”. Merece la pena descubrir cuántas posibilidades hay tras la aparente crisis y cuánto potencial oculto surge a raíz de una limitación.

 

Ante el reto personal, familiar y social que nos plantea la discapacidad, podemos elegir entre rendirnos y soportar con resignación la pesada carga de la cruz, o dar la pelea con ganas y sin limitaciones, aceptando el reto y aprovechando la auténtica oportunidad de superación que se nos presenta.

 

Luis Fdo. Barría Muñoz. Ph.D.


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